Este es el que le invita

Mi foto
Sant Antoni de Calonge, Catalunya, Girona, Spain
Mis padres me nombraron y dieron sus apellidos, marcaba eso mi pasado, pero el presente, el diario vivir fue dándome otros nombres, así que soy Zaquizamí, palabra árabe hispana que significa "el cielo como techo"; también soy Tekisui, la "gota de agua" que horada la piedra; y "El Caminante" según el Libro de las Mutaciones. Pero por sobre todo mi nombre es el que me pondrán cuando me vaya, entonces quizás sea "El que se fue", y eso será suficiente.

lunes, 16 de febrero de 2009

Discrepancias, la espina del rosal.
















Me pregunto 
¿Y si la ira fuese algo bueno, hasta necesaria? 
¿Si fuese nada menos que la chispa divina? 
Teorizo y me enredo. 
Al decir del diccionario de la Real Academia Española, ira es: 
  • Pasión del alma que causa indignacion y enojo; 
  • apetito o deseo de venganza; 
  • furia o violencia de los elementos; 
  • repetición de actos de saña, encono o venganza.
perdon, aun el resto esta en construccion

sábado, 7 de febrero de 2009

Discrepancias, la espina del rosal.



Aire, tierra, fuego, ¿veis acaso una fusión en esto? este es aún nuestro mundo, imaginaos esta imagen fusionada, así la vereís cuando la verdad sea una y este comprendida.

Discrepancias, la espina del rosal.

El ecumenismo, la falsedad.

El picar un poco de aquí y otro de allá, el tratar de tomar lo bueno de cada una de las posiciones solo dará como resultado “lo que quiero oir” y no lo que debo oir. Lo que es bueno para unos es malo para otros, de allí que las verdades son a medias. Para que alguien tenga razón hay otro que no la tiene y ese es el sistema dual.

El hombre ha aceptado vivir en ese estado de dualidad y el próximo paso no podrá ser hacia la unidad, irremediablemente será hacia una trialidad, un tercer punto desde donde se vislumbre la unidad, pero sin ser aún. El nudo, el punto de fusión.

Ese tercer escalón debe ser la fusión de conceptos y no de estos sumados. La adición no es un todo único, sigue siendo una resultante parcial. Parches de algo, pero no el algo completo.  

Las medias verdades, las porciones de verdad, sumadas no hacen a una verdad entera, sigue siendo parte de un todo sin revelar; no resiste a ningún postulado matemático, la verdad no se hace a partir de pedazos de ella, quien tenga por adquisición, por revelación, por experiencia, parte de ella, no podrá nunca adicionarla a otras, no tendrá así la verdad completa. Por ello, tenemos que acceder a ese tercer peldaño y recién desde allí llegar a un todo; mientras tanto solo nos toca “caminar”. Cuando lleguemos al todo el camino tendrá fin.... y habrá que comenzar otro ciclo.

viernes, 6 de febrero de 2009

Zumo de meninges

Una vieja tradición dice que si te has portado mal durante el año que ha finalizado, los Reyes magos de Oriente, dejarán en tus zapatos, una poca de carbón.  Así de poca monta es que consideramos a este elemento. Pero ocurre que si nos informamos descubriremos que su alotropismo es notable; contiene una de las sustancias más blandas, el grafito y también a la más dura, el diamante. Desde un punto de vista económico, el carbón es de un bajo precio, mientars que el diamante es el más caro.
A veces recuerdo que alguien me dijo que somos en parte carbón; y que si se nos exige, se nos presiona en la manera correcta, bajo las condiciones acertadas, podemos volvernos diamantes; pasar de un precio bajo al más alto; como dijo el poeta:
" todo es hermoso y constante
todo es música y razón
y, como el diamante,
antes que luz, fue carbón"

 

Zumo de meninges

Un grano de arena, un incordio, una molestia, un obstáculo.  Es lo que hace que una ostra perlífera, irritada, fastidiada, resuelva su problema dándonos una valiosa moraleja; enojada e incómoda, envuelve con sus propios fluídos el motivo de su tormento y con la paciencia infinita que la naturaleza la dotó, pone capa sobre capa hasta que la piedra de tropiezo se convierte en una maravillosa, reluciente perla. 
Si fuesésemos lo suficientemente sabios, tomaríamos cada tropiezo y lo cubriríamos con las buenas intenciones, convirtiéndolo en perlas, en joyas. 
Cuando un collar de estas perlas embellece aún más a una mujer,  recuerdo que en cada una de ellas se encierra un obstáculo superado por una solitaria ostra en medio del mar. 
Y como ambiciono las cosas bellas, deseo estar siempre incómodo.

Creencias

Es el escritor, el más grande transformista. Capaz de asumir la piel de mil personajes y con la delicadeza de un exquisito cheff, emplatar cada uno exhibiendo el banquete mas espectacular y tentador. Su paleta llega a contener los infinitos colores de las almas humanas y como creador, los modela sobre la tela de una hoja de papel. No en vano el principio fue la palabra hecha acción: el verbo. Es la letra, expresión de la llama divina que en todos anida. Y es el escritor el medio que Dios eligió para que la obra se perpetuara.

sábado, 31 de enero de 2009

Zumo de meninges

Soy un estanque al que el conocimiento, como el agua se agrega día a día, hora a hora. Debo dejar de cavar para que entre más agua, abrir la compuerta y permitir que lo aprendido fluya inundando otras tierras. 
Entonces, y solo entonces, el nuevo conocimiento, el agua nueva podrá ser bien asimilado; mientras que el resto riega otros valles.

martes, 27 de enero de 2009

Serie:Cuentos cortos

La propiedad

 

 

El día se presentaba normal, para lo que era mi existencia; me incorporé en la cama, la habitación vacía, igual que el resto de la casa; repasé mentalmente las otras habitaciones y la situación era la misma, vacío por donde viera; mirar allí, era mirar la nada. A veces me he entretenido mirando la nada, porque me habían explicado que la nada es el todo, desde el punto de vista del mismo todo.

Yo pasaba horas en un café de la esquina de la facultad de filosofía y letras; solo yo y mi taza de café, en una mesa lejos de la ventana, pero cerca de las conversaciones de estudiantes que allí se llevaban a cabo; considero que esas conversaciones son lo mas puro en concepto filosófico que pueda hallarse, allí se encuentran las verdaderas claves que desde Platón hasta Lamana, por que la discusión carente del academismo y versada de a partes, según van estudiando, según van entrando en la materia, llevan la impronta de los educadores y cada uno de ellos defiende una escuela, un estilo. Entre café y café fui descubriendo la riqueza del intelecto humano, admirándolo, siguiéndolo, penetrando en su esencia. 

Terminaba mi ración de café y de formación y me iba a mi casa, vacía.

Esa era mi rutina, de mi casa vacía al café y de vuelta a la oquedad de mi casa, era mi sino, y destino.

Esa mañana, tras admitir la situación en que estaba, tomé la resolución de salir a hacer compras, no era posible seguir viviendo de esa manera; algo debía hacer y lo que correspondía en el caso, era adquirir aquellas cosas que son de utilidad cotidiana.

Saqué mis ahorros y calculé que tendría para todo lo necesario. Al fin, todo este tiempo ahorrando para alguna ocasión especial. Y ella había llegado.

Como era correcto, preparé una lista y organizado mi periplo de compras, salí munido del más alegre ánimo.

Y compré.

Compré comida, víveres, porque de café solo no podía vivir.

Compré electrodomésticos para preparar y conservar los comestibles.

Compré los muebles necesarios, para el confort de comer como Dios manda.

Compré un huerto, siempre quise tener uno; por eso de comer sano y que se yo que más.

Compré un jardín, pero de invierno, pues se acercaban los fríos y quería disfrutarlo ahora.

Compré una mujer, linda mujer para que el lugar estuviese completo

Compré un árbol para el jardín, porque adoro los pájaros por las mañanas, y el árbol con los pájaros incluidos, por supuesto.

Compré un oficio de modo de no gastar todo el tiempo en el café escuchando de filosofía.

Compré una biblioteca, pero no los libros, total tenia el café y la sabiduría de los estudiantes.

Compré una mesa igual a la del café con su correspondiente silla, de modo de ubicarla en la biblioteca y repasar las conversaciones escuchadas.

Compré tabaco y pipa, no sé bien porque, pero me vinieron ganas.

Compré un perro, lanudo, fiel, comprensivo, adulto, con pocas pulgas y una cucha.

Compré un amigo para visitarle en su casa y conversar los días fuera del oficio, por si el café cerraba, por vacaciones, final de ciclo escolar, etc.,

Compré un amante y un psicólogo, ambos por el mismo precio; venían en combo, cosa que me ha convencido

Si, compré todo lo que necesitaba, incluyendo que con el amante venia por las dudas, dos sombreros.

Llevé todo a mi casa vacía y fui acomodando cada cosa en su lugar. Había previsto de ante mano donde iría cada una de mis adquisiciones, de manera tal que las podría tener al alcance de cualquiera de mis manos. Solo con un movimiento mínimo, estaría sirviéndome de lo adquirido.

Acomodé los víveres en una alacena doble y en ángulo, con puertas de las que se cierran solas, de manera de evitar el segundo paso; cerrarlas.  Alacenas espaciosas donde refugiar mi apetito, ese que me ataca con furia incontenible a las dos de la mañana, y que luego de un brutal emparedado de dos galletitas de agua y una feta de jamón, huye despavorido sin dejar huellas. Siempre me sucede lo mismo, por eso de esta manera un problema estará acotado, limitado por la alacena justiciera, mi arma letal para los ataques más terrenales que he tenido. Eso sí, café no he comprado, es un vacío que he dejado a propósito;  es para tener la posibilidad de volver a tomarlo en mi mesa cerca de los estudiantes. He descubierto esto de dejar vacío de ex profeso en la vida, uno deja vacíos para que sean llenados desde afuera, es la esperanza, es la posibilidad abierta, la puerta sin llave, la ventana corrida, es la mano extendida en el aire, es el grito que pegas ante las montañas esperando el eco, son las caras que pones frente al espejo pensando en mejorar tu aspecto, son las palabras que aprendes para la ocasión, si llegase. Eso y mucho más es el vacío que dejamos. Tanto que pensaré al respecto de cuanto vacío estamos hechos, y quizás llegue a asustarme; quizás.

Acomodé los artefactos que he comprado; la heladera allí, la mesa en el mejor lugar fuera del ángulo de la luz cenital, la cocina y la mesada en el mejor ángulo de la luz para poder ver sin dificultades que corto, que trozo, que mezclo, que unto, que cocino.

La luz es importante en lo que hacemos. Allí donde creamos, es importante tener una luz que a uno lo ilumine desde lo alto, es el simbolismo más cercano a la búsqueda de la inspiración que he encontrado. Aunque a veces pienso que es en la oscuridad más profunda donde puedo distinguir la luz y no entre la misma luz. No sé que es más acertado, si crear en la oscuridad iluminado por una luz o crear desde el centro mismo de la luz, lleno de luz todos los rincones, todo al descubierto. Al fin aquí me planteo algo que tiene un lugar especial en mis pensamientos y es mi coincidencia, pero con variantes, con un concepto de Osho, y no voy a detener en dar cada una de las posiciones, sino la conclusión a medias en la que navego actualmente.

El caso es que se me presentó un dilema, crear desde el sufrimiento o desde la alegría y analógicamente desde la oscuridad o desde la luz plena. Entonces me quedo como observador y envío a una parte de mí a crear desde la oscuridad y la restante a hacerlo desde la luz.

La parte  que se queda a oscuras para crear, buscará la luz que le haga ver la obra antes de ser creada. Irá a tientas, su camino será inseguro, probará y se equivocará más veces que las que acertará, tropezará con el mismo obstáculo y quizás no le alcance el tiempo que tiene para encontrar el haz de luz que necesita y toda su vida sea una búsqueda y nada más; o tal vez en el último tramo, encuentre la luz, cree, pero no alcanzará a disfrutarla. Tal vez ni contemplarla siquiera. Pero su camino habrá dejado huellas que otros puedan seguir, habrá dejado su impronta y se le podrá reconocer en el paso del tiempo y la historia lo mencionará por haberla hecho.

La parte que estará a plena luz, desde un comienzo su misión será provocar el crear, crear sin descanso, crear aun sin deseos, la luz lo impulsará a crear permanentemente, siempre mientras dure su tiempo. No habrá mayor obstáculo para él. Las puertas estarán siempre abiertas y las musas servirán la mesa todos los días sin que nada falte. Pasarán por el atril los más renombrados personajes y solo habrá tormentas y vientos, soledades e imposibles, en un horizonte muy lejano, como mencionando que no pertenecen a la obra ni al autor, un mero artilugio de la imaginería de época. Crear en medio de la luz deberá infundir ese hálito divino que vemos en las bóvedas o en los domos, ricos en oros y en esplendores de pincel, o en partituras excelsas de riqueza musical ganada a través de múltiples y bien afinados instrumentos, de nobilísima madera o de purísimo metal. Y serán obras antes mismo de se terminadas, se las podrá admirar desde la primera pincelada, desde el primer golpe de cincel o desde la primera nota.  La historia las registrará antes de su conclusión y los galardones llegaran en vida y la luz permanecerá sobre cada una de ellas para la admiración eterna.

Entonces como observador deberé tomar una decisión que establezca y siente una jurisprudencia, si creo desde la oscuridad, la infelicidad, el sufrimiento, el dolor, la pérdida, la miseria, la degradación del hombre por el hombre mismo, tendré una obra nacida de la experiencia y que por compartir dolor e infelicidad será admirada, respetada, se sentirá el dolorido identificado y por la infelicidad misma pertenecerá al mundo: habrá sido apropiada por él. Por que el mundo se unifica y se pierde en abrazos y salutaciones cuando el dolor, la infelicidad y el miedo le acecha, hay un estado de pertenencia al grupo de egos que se regocijan mostrando sus miserias.

Mientras si creo desde la luz, la felicidad, el placer, la ganancia, el poder, habré obtenido una obra que se valorará por su exquisitez, por el entorno, por la firma, por la recomendación, por el compromiso con el poder, tendrá una trascendencia universal por el escenario donde nació y vivió, más que por su técnica aunque este depurada en su máximo exponente.

Una crea en panfletos y la otra crea entre cremas. Ambas representan sectores de vida indiscutible, imposible de ignorar, ambas, son la polaridad del mismo hombre y el mediocre al medio.

Pero tal vez me equivoque, el ser infeliz es una norma de nuestra sociedad que nos lleva de las narices a pertenecer a ella sin remedio y con todos los honores, somos infelices y pertenecemos a este mundo de infelices, y por lo tanto la obra deberá tener las características propias del medio en que se creó y en realidad la miseria humana no se la puede ubicar en un sector social determinado, la miseria humana es un patrimonio de esta sociedad, igual que la degradación del hombre por el hombre o de la mediocridad, como así también el poder, la belleza, la moda, el renombre, la genealogía, todos patrimonios de una sociedad que exige para ingresar que uno sea no-feliz.

He terminado dentro de dos habitaciones importantes de la casa y ahora me dirijo al patio que formando un espacio en ele, que abarca patio, pasadizo y jardín al frente, dejando la casa ubicada a un costado entre el verde y el vecino.  Es un lugar muy importante dentro de mi vida, simboliza todo lo que no puedo tener adentro, allí toman refugio mis ansias, mis pensamientos en forma de pájaros, mis enojos como tormentas, mis alegrías como mañanas frescas. También están allí mis miserias, las guardo en un galpón, todas juntas, todas arrumbadas,  el orín y la suciedad se ha amontonado entre sus pliegues y rincones, allí están mis fracasos, mis angustias y todos los sueños que se rompieron; he querido tener afuera a ellas, sin que salgan de mi territorio, temo perderlas, se irían con ellas lo que soy. En este mundo, ¿que soy sin mis sufrimientos, mis dolores? ¿Cómo sé si vivo, si no siento dolor?

Cerca del galpón de la infamia, he puesto ahora, el huerto para que se nutra de la fertilidad de esa tierra, la que circunda al galpón. Es importante que la cadena de nutrición, se mantenga y no se discontinúe, pienso que uno es lo que come, por lo tanto si como buen alimento tendré una buena salud, estaré bien nutrido.

El huerto es para mi, no solo la alimentación sana, sino el reservorio de mis genéticas, de los abuelos agricultores, de los que una mañana doblaron la espalda y no la volvieron a levantar hasta que el trigo estuvo, limpio, molido y hecho el primer pan. Es la historia viva de la decisión de una humanidad, de quedarse en un lugar, de dejar su condición nómada y ser sedentarios. Gravísima decisión, nacía el sistema del comercio y la historia ya no sería la misma. No se si amo a mi huerto o lo tengo  como recordatorio de las masacres que cometió el hombre en honor a preservar su especie de las hambrunas. Y es especial de su hambruna de poder, plaga que aún esta instalada entre nosotros.

Domestico mi huerto, ejerzo mi poder sobre la naturaleza, le digo, yo el hombre, donde debe nacer una col y donde una zanahoria porque así no competirán por los nutrientes, porque así el sol podrá madurar una y otra sin que se estorben, incluso meto mi mano en su interior, combato a todos los insectos que a mi huerto se acercan, no vaya a ser que me arruinen mi sistema perfecto. Me paseo entre las hojas de la calabaza y los penachos verde amarillento de la zanahorias, entre las cañas débiles aún, de los maíces y las tímidas guías de los porotos. Me siento Dios en el Edén, paseándose entre sus creaciones, me acompaña el susurro de los pájaros casi con reverencia. Es mi huerto, tiene una tierra excepcional, rica en nutrientes, rica en bacterias anaeróbicas, orientado hacia una jornada plena de sol. Con pendiente para que la lluvia no encharque y debilite las raíces, no las pudra, Tiene una hilera de árboles que sirven de cortina para el viento del sur no marchite, ni hiele, ni despoje de fuerzas a mis plantas.  Ver crecer  mi  huerto es como ver crecer mi vida o como vería crecer a mi hijo. Si lo tuviera.

El huerto siempre me planteo un interrogante, era la tierra desde su generosidad incomprensible, que me daba la oportunidad de tener un huerto o ella sacrificaba su parte, para enseñarme algo que no he comprendido aun. Escuché, en cierta ocasión, a un indígena decir que debemos tomar de la madre tierra lo que nos da y no pretender que la madre tierra nos de lo que nosotros queremos., Tampoco comprendí por entero al indígena.

Cruzando el pasadizo, instalé el jardín cubierto, para soportar el invierno. Mis plantas, las flores deberían darme una primavera en invierno, quería completar mi posición de Dios que había nacido en el huerto y tener un jardín cuando se me ocurriera. Al fin ese era mi juego, y el huerto y mi jardín mis juguetes.

Al comienzo pensaba plantar plantas de flores sencillas, simples, casi de campo para darle una imagen de jardín autóctono, medio salvaje, medio nacido como regalo de la madre naturaleza, luego pensé en agregar alguna orquídea y una miosotys brasilera. Me gusto la idea y le hice un árido para una colonia de cactus, cerca apilé una piedras planas y otras de aristas afiladas y negras y formé una cascada que llenaba un estanque con lentejas de aguas y camalotes, y como toque personal un nenúfar con su imponente plato rodeada de las lentejas, como la reina y sus doncellas.

Distribuía, diseñaba, integraba, daba vida a mi jardín y yo Dios, me paseaba entre mis creaciones. Una mañana fresca, recién levantado, los cabellos desordenados, aun el rictus del sueño se veía en mi rostro, tomé una de las sábanas que me habían cubierto durante la noche y anudándola en mi hombro derecho y tapando mis indecencias caminé descalzo entre mis creaciones, cual Dios buscara la inspiración suprema para la ultima creación, el suave viento de la mañana me hizo sentir los violines en mis oídos y estoy seguro, de la reverencia que mis plantas hicieron ante mi majestuosa presencia.

Luego he extendido mi visita, casi divina por los surcos de mi huerto. Asomaban tímidamente las hojuelas de lo que serías mis maíces y el poroto extendía  trémula, su guía buscado donde asirse.

Retrocedí. Me ubiqué en el pasadizo, en un punto equidistante de jardín y huerto y dije: ¡Aquí! Si aquí pondré mi mesa blanca de hierro forjado con sus dos sillas; también de hierro forjado, con almohadones verdes y un parasol en medio de ellas; este será mi trono, este será desde donde me siente a observar mis creaciones.

Entonces traje a la mujer que había comprado, linda mujer y la senté en la silla de hierro forjado, pintada de blanco con su almohadón verde, y con ella ubicada, acomodé mi vestidura y me senté, erguida la espalda, el músculo tenso y la testa elevada, desafiante, la barbilla adelante y los ojos entrecerrados, me sentí el dueño de eso, mi mundo.

Mis sentidos se expandieron por mis creaturas, mi nariz percibió el aroma de la tierra regada por el rocío noctámbulo, el perfume de las miosotys embriagando a los insectos para que liben de su copa.

Mi piel sintió la frescura que emanaba como un torrente de esencias imparables que, a modo de bálsamo, me rodeaban y me penetraban por cada poro, revigorizando mi sangre, adelantando mi pensamiento, activando mi linfa. Las hormonas corrieron.

Abrí mi boca y el fresco ingreso hasta cada rincón de mis pulmones, llenó mi boca y lo saboreé; llenó mi garganta y fue raudo hasta los pulmones, les hinchó, les expandió, la vida llegó y se instaló.

Mis oídos, no percibieron lo que buscaba, la armonía estaba tambaleante, el orden podía sucumbir en el caos sin más. Me horroricé por un instante, pero la razón, más poderosa que la emoción y más cultivada, me recordó que debía poner el árbol con los pájaros, sino no estaría completa la obra. Me incorporé y coloqué el árbol, allí en el recodo, para que fuera marco y custodio de lo que había hecho. Le encomendé al árbol, que fuera testigo de la magnifica evolución que allí se vería; los pájaros ensayaron sus instrumentos, templaron sus gargantas y se lanzaron a un trinar que completó el cuadro.

Estaba hecho.

Con la alegría en mi piel, me deshice de mi improvisada túnica y me apresté a indagar sobre el oficio que había comprado. Estaba todo en una caja de madera con bisagras ocultas y doble cerradura. Debía ser importante, por las precauciones que se habían tomado; curioso abrí el sobre que contenía las primeras instrucciones y un par de llaves, dos por si alguna no funcionaba o me la olvidaba quien sabe donde. La última llave que he perdido, es la del piano y desde entonces no he podido tocar ninguna de las exquisitas partituras, que se mofan de mí, desde el atril. Bueno…..dejemos que se mofen, al fin no se tocar el piano.

La caja era intrigante; antes de abrirla la revise, quería cerciorarme que estuviera en buenas condiciones, que no hubiese signo de posible violación, eso sería terrible, la deshonra del contenido de la caja. Traté de imaginar que habría adentro, pero la ansiedad me ganó y me impulsó a tomar las llaves y abrirla. Las cerraduras fueron gentiles y la tapa se abrió, allí estaban ante mis ojos, el manual de Perito Calígrafo.

Perito Calígrafo, sonaba muy bien, sonada a cuevas, a mangas llenas de manchones de tinta, a olor de historias pasionales, cruentas, desgarradoras, terminales. Sonaba al experto que se lo llama al final para rematar un alegato, una acusación.

“ ¡¡Si!! Es la letra del asesino, todo concuerda, este es mi informe” Sobre amarillento con el sello de lacre y mis iniciales, la prueba irrefutable, por que había sido dada por un experto, El Perito Calígrafo.

El oficio me gustó de entrada, ahora la casa tenía rótulo, era la casa del Perito Calígrafo; el jardín, era el Jardín del Perito Calígrafo; el huerto era ahora El Huerto del Perito Calígrafo y la mujer bonita, que había comprado, era la mujer bonita del Perito Calígrafo.

Todo estaba en su lugar, cada cosa iba tomando y poseyendo un giro de evolución dentro de la casa vacía.

Entonces me paré frente a esa puerta que no había querido abrir, me dije esta mañana: “me he paseado por entre mis criaturas, luego he sido un Perito Calígrafo ¿que puede detenerme ahora?” Y abrí la puerta que daba a una sala espaciosa, de ventanales altos y oscurecidos por pesadas cortina bordeaux, con una casi invisible puntilla en oro que remarcaba su contorno.

Miré el piso, de madera esmeradamente pulida, esmeradamente pareja. Camine la sala de lado a lado haciendo caer mis tacones con cierta fuerza, estaba marcando mi territorio; allí caminaría así, para que la autoridad del conocimiento se supiera de donde provenía. Ensayé varios pasos, más largos, más cortos con las puntas hacia fuera; largos, con las manos atrás de la espalda haciendo mi figura mas imponente; y pasos cortos con la barbilla tomada por la mano derecha, buscando en mis meninges la respuesta huidiza del origen de las cosas. Me paseé a todo lo largo y ancho de la habitación, entonces paré justo en el centro y con la pose de creador de mi mundo, extendí mi mano y el dedo índice mostró exactamente donde estaría la mesa y la silla, réplicas ambas de las que me esperaba en el bar de los estudiantes.

Allí estará la mesa y allí la silla; quedaban a mis espaldas los anaqueles de la biblioteca que cubría la totalidad de la pared del lado sur y la del lado este, de modo que los ventanales abiertos daban luz sobre los anaqueles, sobre la mesa, y sobre la silla, desde allí la mirada podía perderse en los verdes del huerto y me pareció correcto. Tener el huerto como marco inspiratorio y no el jardín, por que a este iría a reflexionar y repasar mis apuntes, mientras en el huerto podría ver la producción y ello me incentivaría a crear, a pensar, a elaborar.

La biblioteca; dejaré todos los anaqueles vacíos, no quiero nada en ellos, allí estarán todos lo libros que sean necesarios, pero los pondrá mi memoria después de cada  café en la mesa del bar, serán incunables, el resumen preciso y precioso de las mentes más frescas y nobles, sin los aditamentos de la sociedad, sin la carrera por el poder, ni por el plato de comida, sin presiones, pureza pura.  Estoy ansioso de tener esos volúmenes aquí, me llevará un gran tiempo recopilarlos, las fuentes son tan extensas, pero sé que al final, será el pensamiento con más vida que pudo coleccionarse.

Ahora podría ponerme pantuflas, un robè de chambre, llenar la pipa con tabaco inglés y sentarme a repasar cómodamente, los libros que iría coleccionando; a mis pies estará el perro que adquirí; es de una raza que se caracteriza por su fidelidad, por su entereza y abnegación, por el respeto hacia el amo, por su incondicional entrega.

A mis pies, sobre el piso de madera pulida y encerada hasta el hartazgo, hasta parecer el espejo de todo lo colocado.

Muchas veces he pensado en la disposición del perro hacia la obediencia, ese aferrarse a alguien para servirle ¿A cambio de qué? ¿Qué le doy a este perro, que el me responde con tal fidelidad? ¿Qué hay detrás de este pacto? Porque no podría ser de otra manera, sino fuera que haya un arreglo, un pacto, un componente que dé una alianza, un compromiso que debe haber asumido sin conciencia de lo que firmaba, o si estuve conciente y no lo recuerdo; esto me confunde y me perturba, no saber que compromiso, bajo que cláusulas se firmó el contrato, como estaba redactado que el me obedecería y yo ¿Qué? ¿Cuál es la recompensa, que espera el perro de mí?

Reflexiono y no encuentro entre mis recuerdos haber firmado pacto alguno, lo que me lleva a pensar que el pacto existe, pero lo firmó otro y antes; por que después de mí no puede ser. Si, alguien, un pariente, alguien atrás en el tiempo, debió comprometerse a que el perro le sería fiel y le daría algo; no se bien qué, pero el perro algo espera y lo hace de generación en generación, se trasmite ese pacto en forma secreta y el perro espera. 

Y no sé que es.

He colocado las cosas en su lugar, es un día pleno, dionisiaco, digno de una función de gala; he paseado por la sala de la biblioteca y ahora me he sentado en la silla, inmediatamente ha venido el perro, lanudo, hermoso ejemplar de pastor inglés, del mismo origen del tabaco de mi pipa de raíz de rosal; he notado que la raíz se manifiesta aún en la forma de la pipa, cuando la tomo entre  los dedos de mi mano derecha, siento que tiene la altivez de la planta que la dio, para tan fina pieza; el perro se ha acomodado en una posición que ha hecho que vuelva mis meditaciones hacia él y abandone el rosal.  Se ha enroscado poniendo su hocico en dirección a la puerta, es una actitud que semeja a la del descanso, pero si se lo observa se verá que está agazapado, a la espera de la presa o de la entrada de quién se atreva a invadir este territorio. Mi sala de libros, la biblioteca, mi territorio. Y él, acechante, vigilante, expectante, cuidando de mi sala, mi territorio. El mío.

Repasé que todo estuviera en su lugar, que cada cosa se correspondiese en el interior de mi casa, de modo que  hubiese armonía, estética, buen gusto y creo que lo había conseguido, estaba todo lo que me había propuesto, esta parte estaba concluida.

Pero mi vida en el interior de mi casa, que ya no estaba vacía, tenía que tener una continuación con el exterior, una prolongación, un apéndice más que el café de la facultad; eso, que hace que uno se proyecte y se refleje de modo de adquirir vida, de ser aceptado en una sociedad, de pertenecer; esa ansia tan particular que tiene el hombre, su hambre de pertenecer, de no estar excluido, de ser mencionado, aún que más no sea por lastima, pero ser reconocido, como si el reconocimiento divino no fuese suficiente. Parece ser que no nos conformamos con ser, también debemos ser para los demás; sino, no somos, sino no existimos, es como si la existencia en su mero porcentaje dependiera de los demás, del prójimo. Extraño plan en el que estamos envueltos, tenemos todo para trascender por si solos, pero necesitamos la aprobación de otros que tienen nuestra misma altura. Extraño que seamos investidos con ropaje celestial. Que nuestra lengua espiritual sea la de los ángeles, sin embargo no podemos vivir sin que otros como nosotros nos señalen, nos impulsen, nos arrastren, aunque sea al vacío pero que nos lleven.

Ese apéndice exterior lo repartí en tres, y en una escala de valores que me pareció apropiada ubiqué en mi exterior a un amigo, un amante y un psicólogo; en ese orden, en esa categorización. Cada uno con un rol específico en mi vida, cada uno con una tarea por delante, de modo que mi mitad externa existiese, por ello los adquirí.

Mi amigo deberá llenar las horas que me sobren del café, de mi alimento intelectual, de mis tiempos de ejecutor en mi huerto y mi jardín, en ese momento utilizaré a mi amigo y su incondicional presencia, el podrá aconsejarme, guiarme con sabias palabras cuando la duda me ataque a traición, el podrá con mis enemigos el defenderá mi casa cuando yo me vaya, el será el heredero de lo que quede.

Mi amigo no podrá leer mis libros, ni podrá entender lo que motivó mi biblioteca, ni mi huerto ni mi jardín, él solo podrá heredar la materia, tal se encuentre; y no es un acto egoísta, pero tendrá que comprender que el conocimiento que  se adquiere de esta manera no se puede trasmitir, es esencia pura, es el néctar divino que cada uno debería empeñar su vida en buscar. Quedará aquí, encerrado en estas paredes, entre este piso de lustrada madera y el techo con su cielorraso de yeso blanquísimo, esa será la caja de tanta pureza, su ataúd, su cripta, letras indescifrables, que solo pueden ver la luz a través de mi.

Mi amigo es la parte más importante de mi apéndice exterior, él representa en gran parte lo que yo soy, sin el conocimiento.  Él es el reflejo mas parecido a mi imagen, para eso le adquirí.

Además mi apéndice externo tiene que tener una definición sexual, por lo que compré un amante y los dos sombreros, dos bombín de fieltro negro, uno para cada uno de nosotros. Será su rol representar mi sexo por oposición, por el absurdo, por la negación de mi propio sexo. Simplemente estará para ser visto como un objeto de mi personalidad, una representación burlesca, desvergonzante de mi mismo, pero necesaria dentro de las reglas del ser y del pertenecer, reglas que yo he aceptado y respeto.

Y dentro de esas reglas se exige que la locura, o los excesos de libertad mental sean acotados por los límites que nos deberá recordar un psicólogo, retrocediendo a nuestra infancia, revolviendo los no, y los si, y los talvez que nos marcaron nuestros tutores para que nuestra vida sea normal, y se ajuste a los cánones en uso; los que solo aceptan un grado de rebeldía a la vez, de allí que la espiral evolutiva sea tan lerda y los siglos pasen para que el hombre cambie un paradigma, porque después vendrán, las comparaciones, los juicios, las comprobaciones, los exhaustos ejercicios que demostrarán que lo dicho era cierto y entonces un grupo de notables habrá  de conceptualizarlo e incluirlo en los textos y se permitirá su uso masivo sin miedo a transgredir o equivocarse. Así funciona y yo estoy de acuerdo que así sea.

He asistido ya a una sesión con el psicólogo y he encontrado algunas falencias que arreglaré para mi beneficio y el beneficio de los pacientes de este profesional.

La primera falencia es respecto a la ambientación de la visita, no me recostaré ni me pondré fuera de su punto de vista, la visita será frente a frente, quiero que sea mi reflejo, quiero que conteste mis preguntas, quiero verme en él, quiero que no haya nada que distraiga mi pensamiento, he pensado en dos sillas como las del café, en una habitación blanca, paredes, piso y techo, solo la puerta de otro color sin ser necesariamente contrastante, pero notorio, quiero saber en todo momento que puedo salir de allí sin mediar nada.

La segunda falencia es con respecto a sus notas; él no deberá tomar notas, no las necesitará para nada cuando mi visita termine, solo necesito verme en él, y ¿de que podría serle útil unos papeles con datos imprecisos de mis ansias, de mis temores o de mis alegrías, si después que yo me haya retirado nada podrá hacer por mí? Con su memoria será suficiente, su memoria y la seguridad, para mí, de que estará allí, para reflejar mis problemas sin resolver. Solo eso.

La tercera y última falencia está referida a sus respuestas; ellas serán las que yo necesite, de acuerdo a mi historia, de acuerdo a mis antecedentes, no las que le correspondan a un griego o un romano de hace siglos atrás, ellos no tienen nada que ver conmigo, ni siquiera los mencionaré entre mis libros. Las respuestas deberán cubrir mis expectativas más profundas, de nada me servirán las analogías, ni los cuentos chinos, tampoco me servirán los ejemplos de otros, ni sus soluciones serán las mías. Él deberá entender que cada uno es un individuo único en su esfera, único en su existencia, único en el universo y que nada se parecerá a él sino él mismo; por lo que deberá cambiar completamente su punto de vista y ubicarse desde mi, hacia el exterior; y no incorporarme en el exterior de otro. Él verá que la unicidad de cada persona es más rica, si se la desmenuza observándola como lo que es, única; que si la usamos como figurita que debe encajar en alguno de los moldes prefabricados por las experiencias anteriores, masificadas y estandarizadas.

Al fin él se verá beneficiado.

Y yo habré sido muy humilde en concederle tal privilegio.

Mi jornada ha sido fructífera, pero tanto comprar y acomodar me ha alejado del bar de la esquina de la facultad, de mi mesa y mi silla, por lo que regresaré sin falta, casi diría apresuradamente para  beber el café de la pureza del conocimiento, en boca de los verdaderos filósofos, los estudiantes.

He dejado mi casa, que ya no está vacía, cruzo la calle y cambio de vereda. Por donde iba hay una reja que separa la presencia de un enorme perro, de los transeúntes y como acostumbro a pensar mientras camino, siempre me toma de sorpresa y el susto genera una pérdida de memoria momentánea y puede que, ese momento sea crucial en el descubrimiento de algún hecho fundamental en la historia humana, y no se lo perdonaría. Faltan solo cuatro cuadras para la esquina, el tráfico es intenso en estas horas, el correr es una manía más que una necesidad, si corremos es que estamos ocupados, si estamos ocupados es que somos importantes para algo y así la rueda continúa. El semáforo me da paso, apresuro a mis pies para que las palabras que estén sembrando los estudiantes, no caigan en tierra estéril, me apuro y esto es importante, otra esquina, otro semáforo………….

Regreso a mi casa, está vacía, no entiendo que ha ocurrido.

Nada de lo que compré y acomodé está.

Tampoco veo mi exterior.

Se han llevado todo.

No me queda nada.

Me siento en el cordón de la vereda y trato de encontrar la razón de todo esto, la explicación coherente, lo que me diga como sucedió. Trato de recordar , de hacer marcha atrás en mi memoria, repasando las últimas horas, algún error debo haber cometido, algo quedó sin hacer, sin dudas una acción quedó inconclusa y todo se ha precipitado.

Recuerdo a un estudiante, nuevo en el grupo, que se refería a la regla de dejar el ego, que la manera de encontrar la felicidad era no buscarla, que olvidándonos de nosotros el ego dejaba de existir y que de allí en adelante seriamos nosotros, seriamos realmente, y la felicidad era algo incorporado que no hacia falta su búsqueda; que el ego planteaba la necesidad de un pasado y de una esperanza y que la esperanza formulaba y convocaba al futuro y de esa manera estábamos anclados en el tiempo y el espacio, de allí nuestra necesidad de posesión, de propiedad. Que si entendíamos el significado de propiedad, entenderíamos que solo fue puesta como un referente de lo que no debíamos hacer y no como concepto de vida. Que comprenderíamos que el tiempo y el espacio son una misma moneda. Recuerdo que dijo al final. No somos propietarios de nada, ni de nadie, solo mayordomos que cuidan que un orden se mantenga, pero no tenemos poder ni resolución sobre nada, ni sobre nadie. Si, con esas frases salí del café, encaminé mis pasos a la avenida y ……………………crucé.

Aquí estoy comprendiendo de a poco, el concepto de propiedad.

Me dijeron que ella vendría a buscarme, que solo me dejaban un poco más para que madurara el concepto para que después no fuera tarde y no lo haya incorporado, después de todo reconocían el esfuerzo hecho.

Ahora recuerdo mejor, crucé y el semáforo no me había dado el paso.

En mi pueblo hay una persona menos y una casa vacía más.

 

Serie: Cuentos cortos

La Huida

 

Esa tarde.

Las moscas rondaban la mesa que había quedado servida; aún humeaba parte de la comida sobre los platos, una servilleta estaba caída sobre la sillita de una niña, como si quien estuviese sentada hace un momento allí, hubiera sido sacada con cuidado y sin apuro, casi con el consentimiento de todos.

Según la cantidad de platos, estaban presentes por lo menos 5 personas incluyendo a la criatura. También se podía ver que algún animal, perro o gato, había rondado la mesa en el momento en que decidieron retirarse.

En las habitaciones contiguas nada delataba el destino de la familia; en las afueras de la casa tampoco, ni siquiera huellas que mostraran la dirección en que se habían ido. No estaban sencillamente.

A los vecinos les pareció bastante raro el primer día, luego de la extrañeza pasaron a la costumbre y la mesa servida fue desapareciendo con el viento, con los gatos, con los pájaros y los gusanos que dejaron las moscas, con el fin de que se propague la especie.

De a poco, una vecina solidaria y cercana a la familia, se arrimó y fue sacando, primero con cuidado de ser vista y luego a ojos vistas de los demás, la ropa de blanco, los utensilios de cocina, algún que otro artefacto, la ropa de los placares y así todo lo útil que perteneció a ellos; bajo la excusa de guardarlos de los ocasionales y siempre previsibles, amantes de lo ajeno. Al fin porque dejarlo allí, si solo se arruinarían y no cumplirían con el cometido de su existencia como tal; que la cocina para la hija que se caso apurada por el sexo, que la cama para el mayor que desvencijó la suya de tanto rock y amigas, que las sábanas bordadas para quedar bien con el casamiento de la prima segunda, que la heladera después que se quemó la de ella, así cada cosa fue terminando su ciclo de utilidad en distintos domicilios.

De este modo se fue despoblando la casa y perdiendo la identidad que generalmente le dan sus habitantes, con sus gustos, sus adornos, su caos, sus colores, en fin con todo aquello con que identificamos los lugares en que vivimos, dejando nuestras huellas. Esas marcas que son tan visibles.

Cuantas veces vemos a alguien en la calle, en una oficina, en un negocio, y su imagen nos deja la sensación de conocer su forma de vida. Podemos imaginar, en ocasiones acertadamente, como es su vivienda, cuales son sus gustos, como y hasta de que se alimenta; es una imagen que nos habla, si prestamos atención, de sus apetencias y de su situación dentro de este universo, de su filosofía, de sus características familiares; hasta del olor que podríamos percibir si nos acercáramos lo suficiente; y eso con solo observar con detenimiento y entablando una relación, aunque a la distancia, de empatía con el otro. De igual manera nos relacionamos con las cosas que utilizamos, con los lugares que habitamos y así vamos impregnando su materia de una parte de nosotros, son nuestras prolongaciones, nuestras líneas de anclaje en este mundo.

Ellos también habían dejado sus huellas y el tiempo y los vecinos se encargaron de ir borrándolas, como también borraron sus recuerdos de sus mentes y corazones; y su apellido, luego los nombres y por último sus caras y apodos desaparecieron y terminaron siendo, los que se fueron.

La casa permaneció vacía por algunos años, nadie reclamó nada, nadie regresó para pedir herencia sobre el inmueble, nadie vino a preguntar por los que desaparecieron ese día.

Los rosales se rindieron a las enredaderas invasoras, al igual que el jazminero, que viéndose amenazado por los yuyos, murió de angustia y tristeza, clamando con la última flor por un pasado glorioso.

El tejado de madera comenzó a sentir el deterioro por la falta de mantenimiento, primero fue la pintura que se descascaró, luego la madera se pudrió y finalmente los extremos se curvaron peligrosos, hasta que cayeron dejando agujeros en el techo, que la lluvia aprovecho para humedecer las paredes y llegar hasta el alfombrado rojo con rombos negros.

En el primer tiempo, la policía abrió un expediente y asignó a un equipo de investigación, al fin era un caso con rasgos extraordinarios que tenía esas tendencias al escandalete, que apasiona a los medios de comunicación y daría a todos los que se arrimaran a ese fuego sagrado, que son las noticias policiales, luz prestada para aparecer con opiniones, con especulaciones, videncias, aproximaciones y ser testigos de lo que nunca vieron, pero que podrían aportar el dato faltante a un rompecabezas sin sentido. Así pasaron desfilando las autoridades, los vecinos cercanos, los maestros de las escuelas donde concurrían los hijos, el jefe de sección de la fábrica donde trabajaba el hombre, el verdulero y el panadero, asiduos visitantes de la casa con sus pedidos de comestibles y los de la comunidad religiosa, esa del edificio grande y amplio, vacío e inútil de lunes a sábados y llenos de devotos, fieles y seguidores los domingos. Con el correr del tiempo la policía fue restando hombres al caso, hasta que solo fue un expediente más sin cerrar, por simple norma burocrática y no otra cosa.

Los que se fueron dejaron de ser noticia en los periódicos y pronto, aún antes que el interés policial decayera, todos se habían sumado a aconteceres de mayor actualidad y atracción para el morbo siempre presente de los que, incapaces de vivir su propia vida, viven de las ajenas; participando, opinando, discutiendo y haciendo de esos hechos sus centros de atención necesarios para su enlace relacional con el mundo. Y no es que esté en contra del periodismo, sino que no adhiero a la innecesaria e indecente modalidad de manipular el interés de las personas, con el único fin de vender un espacio publicitario, en medio de la sangre desparramada en una calle cualquiera, por un anónimo que ocasionalmente pasó por allí y el destino le propinó su final.

Junto con el deterioro de la casa, llegó el deterioro de la sociedad y con ellos las apetencias de los sin vivienda, de los cartoneros, de los recicladores, de los necesitados, de los justicieros políticos y los que una noche la ocuparon al amparo de un artilugio legal, poniendo cortinas con arabescos multicolores en las ventanas sin vidrios; cerrando puertas arrancadas, con tablas desparejas, y tendieron sus ropas en el patio cruzando un cable de árbol a árbol; y sus perros corrieron por el pasto alto aplastándolo, dejando sus huellas y marcas en cada rincón. La casa regresó a la vida desde otro punto de vista, desde otra estética, otro orden, otra familia.

Solo quedó en una pared, que supo estar pintada de blanco, escrito con carbón, la siguiente frase: “aquí vivieron los que se fueron”; absurdo graffiti que quiso decir mas de lo que se veía y ocultar, talvez, la verdad clara de lo ocurrido. Muchas tardes he caminado sin rumbo por las calles de mi barrio, y siempre me he detenido a releer el texto carbonoso de esa pared. Y estoy armando en mi mente, de a poco, una explicación razonable.

El jazminero ha pasado a ser un último vestigio, alzándose hirsuto, con las ramas desesperadas hacia el cielo, como preguntando porque no se fue él también. O quizás me equivoque y sea un simple saludo.

Desmenuzando el mundo en que vivimos, podemos constatar que todo cuanto está, forma parte de un número finito de materiales, que combinados y estructurados, le dan forma y utilidad; así de ese modo todo se transforma, todo se recicla, todo puede desarmarse en finitas partes que unidas o combinadas vuelven a ser, con otra utilidad, con otra estructura, pero siempre acotados en el número de materia a utilizar. Hasta nosotros, como materia organizada, cuando morimos terminamos siendo minerales, vapor de agua, enzimas, predeterminadas cantidades de elementos que nutrirán plantas; seremos parte de una piedra de la que se sacará el hierro para forjar una pieza que finalice siendo una máquina de embutir chorizos, o nos convertiremos en combustible de un vehículo que llevará a una pareja a un lugar solitario, para darse el primer beso.

Pero los que se fueron, no entraron en ese ciclo, no estaban, se habían ido y habían roto la cadena, el círculo armonioso de la reutilización de ese número finito de materia disponible; había un faltante en el stock celeste, algo se perdió camino al retorno.

¿Era posible esto en un sistema que se alimentó así durante milenios, que bajo esas normas fue organizado? ¿Dónde estaba esa materia faltante?

En el buzón de una de las pocas vecinas que aún recordaba algo de los que se fueron, sobretodo cuando abría la vieja heladera que les había pertenecido, apareció un sobre de papel madera con una caja chata de latón en su interior; y digo apareció porque ese es el término justo; nadie, de ningún sistema de correos había llevado allí ese sobre, ni tampoco se supo de persona alguna que lo haya hecho; simplemente apareció. En esta época de grabaciones en discos compactos, de memorias virtuales y excelencias electrónicas, fue difícil identificar en un primer momento el contenido de la caja metálica; era un carrete de cinta magnética que se usaba para grabar sonidos en los años en que la casa de los que se fueron, quedó vacía.

Buscando entre los trastos viejos apareció un grabador de cinta abierta, como se le llamaba; rápido pusieron la cinta y reprodujeron con algunas dificultades, la grabación. Era la voz de un hombre que a ella, de inmediato le resultó conocida; era el vecino, el que se fue, el que había desaparecido junto a su familia, el que había dejado la casa con la mesa servida, ese mediodía. Contaba una historia simple y concreta. Su voz era tranquila, pausada, evidenciaba un alto grado de paz, que a pesar de las limitaciones de la grabación, se trasmitía a todo el que le escuchaba.

Y como es corta, se las transcribiré completa, tal como la recuerdo:

“ Hola, soy López, Juan López, el esposo de Mary, padre de Juancito, Mariano y Cecilia, dueño de la casa de la ochava, la del jardín con el jazminero, justo al lado de la de ustedes; creo que nos recordarán? Ustedes nos conocen, no somos de molestar a nadie, ni importunarlos con nuestras cosas, pero se nos pidió que les explicásemos algo de la manera más simple posible; por ello les cuento que esta mañana al levantarnos, planeamos pasar este sábado en familia y como habrán visto, corté el césped del frente y también barrí las últimas hojas de este invierno que se va apurado por la primavera; Mary y Cecy prepararon el almuerzo y junto a mis varones, a las doce nos sentamos a almorzar; apagamos el televisor, conversamos sobre nuestros proyectos y tratamos de trasmitir a nuestros hijos, aquellos conceptos que creemos serán útiles en el desarrollo de su vidas. Hablamos de la necesidad que habrá en el mundo que les tocará vivir. Que, por más que el tiempo pase para bien y se logren avances de todo tipo, el amor deberá prevalecer como principio y fin de cada cosa que hagamos; entonces, Juancito preguntó que era el amor a lo que tratamos de responder dentro de nuestra ignorancia, y con la mayor claridad. Nos fuimos enredando en palabras, conceptos y experiencias vividas; pero al fin, parecía que les quedaba claro que, lo único en el universo que no tiene oposición es el amor. Que todo cuanto hay tiene su imagen, como en un espejo, menos el amor. Fue entonces que Cecy dijo:

-Pero Papá, entonces, si así es el amor, ¿que es el odio?- Pensé que había llegado lejos en las explicaciones y que posiblemente me hubiese equivocado pensando en la característica de unicidad del amor, cerré mis ojos y haciendo un esfuerzo busqué la respuesta; por fin le respondí:

-Hija, el odio es una forma mal estructurada, mal construida del amor; quien dice odiar, ama de forma equivocada, pero ama al fin. No está exento de sentir ninguno de nosotros; los que estamos en este universo no estamos exentos de sentir amor. Podremos expresarlo bien o mal, pero siempre será amor, aún cuando digamos que odiamos, estaremos mal amando-.

Mis palabras, les aseguro, salieron del corazón como si hubiesen estado allí esperando la orden de partida, casi puedo asegurar que no eran mías. El silencio reino en nuestra casa por breves instantes, creo que hasta los pájaros detuvieron sus trinos. Nos levantamos de la mesa, nos tomamos de las manos y nos fuimos. No sé porque, ni como ocurrió, pero nos fuimos y aquí estamos desde este mediodía, felices. Hemos comprendido todo lo que debíamos comprender, todo lo que nos hacía falta, estamos bien. Por eso y para que no falte el pedacito de materia que éramos allí, les enviamos nuestros saludos, nuestra historia y el recordatorio de que todo se recicla, menos el espíritu del amor. Que sean felices. Es nuestro ruego desde aquí.”

El silencio encerró a todos por un momento, las palabras adquirieron significado, sus mentes se abrieron paso hacia algo que sabían, incrustado en su ser interno, pero que no habían reconocido; afuera, una camioneta desvencijada, que hacía la propaganda del sorteo del hipermercado que instalaron a tres cuadras, les sacó del estado de concentración y recordaron que tenían tareas y cosas por hacer; solo quedó ella, la vecina; sola sentada en su viejo y cómodo sillón masticando la historia; retrocedió algo la cinta, volvió a escuchar el mensaje desde aproximadamente la mitad, apagó el aparato y se fue.

 

Esta mañana encontré en mi buzón un sobre color blanco y violeta con un disco compacto dentro. Entonces supe donde había ido la vecina esa mañana; la que desapareció como los que se fueron. Ya sabía la historia, por lo que tiré el cd a la basura, para que se recicle y me prometí pensar con valentía, uno de estos días, respecto a lo que sé y que aún no reconozco. Y talvez me vaya; o por lo menos, será mi deseo desde ahora. Y por favor, cuando lea esto, no se olvide de arrojar el papel a la basura, para que se recicle cuanto antes; no quiero tener que dar explicaciones de un faltante de materia. Gracias.

 

 

 

jueves, 22 de enero de 2009

Los apeaderos

Citas citables
"Somos incapaces de predecir el futuro, porque no podemos despojarnos de nuestro pasado y el será el referente, siempre. por lo tanto, solo nos queda proyectar lo mejor posible, nuestro presente" ECML 

miércoles, 21 de enero de 2009

Haikus del mar

La costa

1

El paseo solo

Solo la mar viene

Sola la noche

 2

Luz que muere

Ojo y ventana

El estío fue

 3

Nostalgia del sol

La luna tímida ve

Una barca va

 4

Cielo claro

Nube plena de rayos

Levante está

 

Ría reseca

Cañaveral ocre

La lluvia llega

Haikus del mar

Tekisui

1

PINTURA SUTIL

ACERO PLOMO, MAR CIELO

SOLO LA BARCA

 2

LA RAMA QUIETA

LA MAR SE HA DETENIDO

SOLO EL PASEO

 3

PAJARO DORMIDO

NO HAY ESTELA QUE VER

TIEMPO SIN HUELLA

haikus del mar

En la costa
1
espejo quieto
solo el ave posa
roto el cristal
2
en la arena
tan solo tres marcas
huellas de aves
3
los puntos blancos
acompañan la barca
solo gaviotas

Dia pleno
1
día de cristal azul
madura el grano
sobre un tapiz verde
2
insecto hambriento
de corto vuelo
visitador de flores
3
aire leve y fugáz
caricia de paso
amigo del rubor
4
se altera la sangre
el pulso es ya
5
el sol calcina
presas de ser vapor
primeras gotas

Del mar
1
sonora ola blanca
corres rompiendo
al corazón que no late
viento del levante
la savia quieta
la mar inquieta sale
3
insolente por allí
muestras tu luz
no eres sol ni eres luna